Al tiempo que las organizaciones aceleran su transformación digital, las interfaces de programación de aplicaciones (API, por sus siglas en inglés) se han convertido el motor principal de este cambio.
Su adopción masiva se debe a que permiten una mayor eficiencia en el desarrollo y facilitan la integración de sistemas dispares y la migración a la nube. Permiten a las organizaciones modernizar sus operaciones y ser más competitivas.
Sin embargo, esta rápida expansión ha creado un riesgo de seguridad. De acuerdo con el más reciente informe State of API Security de Salt Security, 99% de las organizaciones ha experimentado problemas de seguridad en sus API durante el último año. La situación es tan crítica que 55% admite haber retrasado el lanzamiento de nuevas aplicaciones debido a estas vulnerabilidades.
El informe global revela una peligrosa paradoja: aunque el riesgo es casi universal, las barreras más grandes para solucionarlo no son puramente técnicas. Los mayores obstáculos que enfrentan las organizaciones son la falta de presupuesto y de talento especializado, creando una brecha que deja expuesta la infraestructura digital de innumerables negocios.
El doble freno: presupuesto y talento
El principal obstáculo no es la falta de soluciones, sino de recursos financieros. Un 30% de las organizaciones a nivel global identifica el presupuesto limitado como su mayor impedimento para una estrategia de seguridad óptima. Este dato resuena fuertemente en el entorno empresarial de México. Los líderes de IT deben justificar cada peso invertido en ciberseguridad.
Justo después del dinero, viene la escasez de personal: 22% de las organizaciones admite no tener los recursos humanos necesarios para enfrentar los desafíos de la seguridad de las API. La competencia por el talento especializado en México es feroz, lo que agrava el problema.
Esta brecha es palpable. De acuerdo con la “Encuesta de Escasez de Talento 2024” de ManpowerGroup, 76% de los empleadores en México reporta dificultades para encontrar el talento que necesita, siendo las habilidades de IT y datos las más demandadas.
El impacto de esta doble carencia es directo y medible. El ya mencionado retraso en el lanzamiento de aplicaciones es una consecuencia tangible.
Esto se traduce en una pérdida de agilidad y competitividad, donde la innovación, que debería ser impulsada por las API, se ve frenada por su propia inseguridad.
Para justificar una mayor inversión, los directivos pueden usar métricas claras del reporte: 37% de las organizaciones mide el retorno de inversión (ROI, por sus siglas en inglés) en una mejor postura de cumplimiento normativo. Otro 25% lo calcula a través del ahorro de costos que representa la prevención de brechas de seguridad.
Las API son vitales para el crecimiento del negocio actual. Ignorar su seguridad por falta de recursos es un riesgo estratégico.
Es imperativo tratar la protección de API como una inversión crítica, no como un simple gasto operativo.